Una, la
izquierda, que es madre y transpira merthiolate con leche de tanto curar
rodilla y a la otra mano, percusionista ella de puertas mudas, las dos
confabulan de pronto un unísono de
nudillos y hacen pedazos el espejo liberando detrás de él una ventana.
Las mejillas liberadas de vidrios rotos como sueños corren hacia las seis
caricias, dan siete pasos muy largos, mientras un mago encorvado de mil dedos
suspira en los oídos el idioma de los caminos que solo las ventanas entienden.
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