Disparadas
después de despertadas se van como siempre escondidas en nubes tormentosas, y
sin disfraz son adioses que no dejan ni un grillo a quien pisarle la nostalgia.
Entonces, como siempre que se alejan las espaldas desempolva los pinceles y las
guarda en las paredes para después cantarles y que el mundo siga su curso
pintado para quien sabe dónde o cuando, y quizás por fin adivine de una vez,
que alguien la pintó un día…
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