Aquelarre de
hormigas con sombreros más grande que una maceta en aquel pasillo no tan largo para mi
telescópico cordón desatado y la planta
que me debe la vida no me mira soñando con vidas anteriores de cielos y
montañas, tierra y viento. Hasta que, el sol de una ventana la despierta o fue
quizás el familiar verde mate y cuerdas afinadas y de pronto está bien soñar un
poco mirando el paisaje.
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