La almohada
me suelta sin luchar. Tarzan me extraña en el quinto sueño aunque de Jane no tengo una liana. La lista
de deberes abollada grita ofendida en el cesto de basura. El domingo insiste en
callar a los perros y dejan cantar al dios que en altar verde mira con ternura
mi sombra, le agradezco con una sonrisa su melodía que, cuando él quiere, susurra
las coordenadas de un árbol con río que se vuelve cristalino cuando suena una
guitarra y da la bienvenida siempre a quien sepa contar un cuento
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