lunes, 12 de mayo de 2014

Tiempo mar adentro

La marea que marea a veces deja abrirse una ventana y que algún espejo  sonría a la sonrisa, y es cuando, un brazo atragantado de arena logra despegarse para garabatear horas con más letras que minutos, estrechar manos amigas, abrir puertas y liberar de desiertos el piso que debajo resbala y baila.

Dejar la ventana abierta es lícito en este instante en que el horizonte ya se tragó el sol varias veces y a la noche le sobran luciérnagas alertas a la solicitud de tres a seis deseos, y con suerte, la probada eficacia para cumplirlos de alguna estrella si es que se le ve el vuelo a tiempo.

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